Traduce con cuidado

Traducir no es sustituir palabras. Es recrearlas.

Tiziano Gasparet

“I’m fine” no se convierte en “Sto bene”.
En inglés, “I’m fine” suele significar no me lo preguntes.
En italiano, “sto bene” es una promesa.
Romperla es traicionar dos veces.

Lo aprendí no de un libro, sino de mi propia voz — quebrada, insegura — diciendo “Sto bene” a un amigo que me miró y no dijo nada. No necesitaba gramática. Escuchó la mentira en la pausa.

Esto ocurre una y otra vez.

Un colega dice “Va tutto bene” tras una reunión tensa — no con calma, sino con agotamiento. No está afirmando un hecho. Está trazando un límite: No hablaré más de esto.” Ningún diccionario registra esa frontera.

Leí una novela traducida del inglés en la que cada “Sure!” se volvió “Certo!” — y el personaje sonaba entusiasta, casi alegre. Pero en el original, “Sure” era tranquilo, cortés, quizás incluso cansado. La palabra era correcta. El mundo se había perdido.

Traducir no es emparejar vocabulario. Es escuchar el silencio entre las sílabas — el peso que una palabra lleva en su aire nativo — y elegir, en tu propia lengua, lo más cercano a esa verdad.

Porque las palabras no son contenedores. Son vasijas. Y a veces, la vasija debe ser remodelada para llevar el mismo agua.

  • En inglés, “sorry” se dice por un café derramado.
  • En italiano, “scusa” se reserva para daños reales.

Traducir una como la otra no corrige — distorsiona.

El traductor honesto no pregunta: “¿Qué significa esto?” Sino: “¿Qué está intentando proteger esto?”

Y a veces, la única elección fiel es dejar la palabra intacta — escribir “fine” y dejarla en pie, extranjera pero verdadera — luego añadir, en voz baja: No ‘bene’. No una promesa. Un escudo.”

Si traduces para ser correcto, construyes un puente que nadie cruza. Si traduces para ser verdadero, alguien lo atravesará — y te reconocerá al otro lado.